La Cumbre de Cancún finalizó sin acuerdo, lo que supone un serio fracaso para el desarrollo de la actual ronda de liberalización del comercio y para la misma idea de negociaciones multilaterales. En lo que al capítulo agrario se refiere uno de los puntos de desacuerdo mas importantes; la Conferencia se desarrolló como un pulso entre los países desarrollados que más subvencionan a su agricultura, encabezados por EE.UU. y la UE, por una parte, y los países exportadores de productos agrarios con menos subvenciones como Brasil, China, India, y varios más, por otra, agrupados en el llamado grupo de los 21 (G-21), un conflicto que se ha presentado por muchos de una forma un tanto maniquea como entre «ricos» y «pobres», mediatizados por las protestas y representaciones mediáticas de los grupos anticapitalismo globalizante.
La postura de los países del G-21 era extremadamente maximalista, poniendo incluso en cuestión el principio de la «caja verde «, las ayudas desacopladas que se conviene que no distorsionan el comercio y que están exentas de los compromisos de reducción. EE.UU. y la UE ofrecieron reducciones significativas en apoyo interno, ayudas a la exportación y aranceles, que fueron considerados insuficientes por este grupo de países. Acceder a las peticiones de los países del G-21 hubieran hecho que la PAC decidida recientemente por parte de la Unión Europea debiera ser reformada de nuevo.
El fracaso de la Conferencia de Cancún hace que sea muy difícil llegar a un acuerdo antes del 1 de enero de 2005, que era la fecha límite marcada por el acuerdo de Doha y abre la posibilidad de que se multipliquen los conflictos comerciales y también otro tipo de negociaciones, bilaterales entre los bloques comerciales, dejando de lado el carácter multilateral de la OMC.
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