Uno de los procedimientos más conocidos para no caer presas de los variados terrores de las pesadillas es el de intervenir conscientemente en la esfera onírica. La intervención puede cifrarse, sencillamente, en darnos la auto-orden de despertar con claridad, con decisión y con la mayor calma posible; o bien, menos sencillamente, distanciarnos del sujeto que comienza a sentir terror y entregarnos a la continuación del sueño amenazador para descubrir qué tiene que decirnos, cómo se desenvuelve y cómo termina.
Si cedemos a la primera opción, nos ponemos a salvo puntualmente y listo; mediante la segunda, nos fortalecemos anímicamente y ejercitamos la objetividad, la voluntad y la lucidez y, lo más importante, rechazamos la pasividad, dejamos de ser «el que padece» para ser «el quiere avanzar», sin entregarnos a la pesadilla como algo negativo, indeseable y fatídico. La vida onírica se modifica con nuestra actitud.
Optar por el recuncho, como dicen los gallegos, prefiriendo la seguridad del roce de la frazada es elegir quedarse sin saber, equivale a detenerse; y detenerse supone -¿quién lo dijo primero?- retroceder. Detenerse es rechazar el futuro.
Atreverse, cambiar, crecer, proyectar, evolucionar, desarrollar son verbos que se insertan en el futuro, le atraen, le olfatean, nos disponen a vivirlo, y su acción atractiva nos faculta para modificar, imaginar y construir con acierto. Salimos, sin más, de la pesadilla, o simplemente del sueño molesto con tintes arriesgados es una solución falsa: la pesadilla se volverá a presentar, tozuda y envalentonada, sin aportamos otra cosa que malestar y una nueva dosis de temor y de pasividad. Intervengamos pues, y dispongamos el foco de la lucidez y de la objetividad. Con la decisión de arriesgarse, de cambiar, de desarrollar y proyectar nos hacemos agentes del futuro.
Dicen los psicólogos sociales Carlota Bühler y Bemard Lievegoed que desarrollo es un cambio bajo las leyes de la maduración en una determinada dirección; y que es crecimiento de crisis estructural en crisis estructural. Son dos definiciones precisas y esclarecedoras. Las dos nos hablan de la decisión de intervenir para avanzar; nos hablan de modificar, nos hablan de aprovechar las crisis con extensión y profundidad; nos hablan de grados de movilidad, de cambios necesarios dentro de los distintos sistemas, del contenido y del estilo elegidos; nos hablan de crecimiento, es decir, de consistencia y magnitud para las elecciones sucesivas dirigidas a la construcción de un conjunto de propósitos, y de la consecución de unos fines.
No es dificil aplicar todo esto a la realidad actual de nuestro sector. Es sencillo identificar bajo qué paraguas opcionales se están situando los agentes sociales, como se dice, sin analizar mucho los significados de esas palabras; dónde se refugian las elecciones de las fuerzas políticas, administrativas y económicas; en qué terrenos se están moviendo los planes económicos de las explotaciones, de las empresas agrarias, de los negocios asociados; cuales son los errores, de bulto y repetidos, de la administración y de sus cargos, de los estadios intermedios llenos de silencios paralizadores, de las pesadillas de la vigilia, en suma.
Y son ésas, las pesadillas de la vigilia, las pesadillas de la vigilia de nuestro sector, las recurrentes, poderosas, tozudas y envalentonadas como las he calificado ya, las que hay que modificar, y no con pequeños parches de arrojo, con decisiones intermitentes de quita y pon; pesadillas empantanadoras e indeseables, como las del no hacer nada, como las del todos quietos, como las del cuidado con las prebendas, como las del así no, así no, y así tampoco, ; las de los reinos de taifas de la geografía española y sus reyezuelos, las del cualquier tiempo pasado fue mejor, las de haz política que algo te quedará, las del quítate tú para que me ponga yo; las del resuello corto y las cortas miras, las del virus de la tristeza como los cítricos; las del sentarse a verlas venir, las de la poca preparación profesional, las de la opacidad, las de la parálisis voluntaria; las de la desunión, la falta de ética y la necedad; la de la investigación insuficiente y las de los planes que se quedan sobre el papel.
Traduzcan a casos, cosas y actuaciones concretas lo que aquí he expuesto de manera general. Intervengamos en el sueño sin darle esquinazo a las pesadillas, sino analizándolas a fondo, modificando sus términos nefastos y tomando las riendas. Cambiemos nuestras actitudes y nuestros parámetros inservibles. y exijamos que políticos y administradores sean, de verdad, bienes sociales.
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