Según un estudio de la Universidad de California, la capacidad del hombre de poder comer carne estuvo asociada a una evolución genética, que se llevó a cabo hace entre 2 millones y 2 millones y medio de años, cuando el comer carne fue muy importante ya que los que lo podían hacer contaban con una fuente alimentaria suplementaria de alta calidad.
La carne contiene colesterol, grasa y potenciales parásitos y enfermedades, a los que es necesario ser tolerante para que no supongan un problema de salud. Investigando los grandes simios y su dieta, que varía desde los vegetarianos estrictos a los monos cazadores, como los chimpancés, que incluyen la carne en su dieta; se han encontrado diferentes enzimas relacionadas, como la apolipoproteína, que protegen contra el riesgo de enfermedades vasculares y Alzheimmer.
Los humanos perdieron en su adaptación algunas ventajas de los primates, pero ganaron en cambio la tolerancia a la carne, un envejecimiento más lento y una mayor duración de la vida.
El que los humanos actuales del mundo desarrollado sufran de colesterol y de algunos problemas de salud derivados del consumo de carne a pesar de tener genes de tolerancia, es debido a que el consumo de carne medio actual es mucho mayor que el de los hombres prehistóricos, y la actividad física mucho menor.
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