Según un gran número de analistas la actual carestía de los precios del petróleo no es algo coyuntural, sino que será la tónica normal de los próximos años. En este contexto no cabrá hablar del combustible caro como algo coyuntural, sino como la realidad cotidiana.
El alto precio del gasóleo puede implicar mayores costes de producción en la agricultura en cuanto costará más arrancar el tractor, pero también en la ganadería dependiente del cereal y las oleaginosas que pueden ver incrementar su precio, y en una medida importante, por la nueva demanda de los biocarburantes que competirá con la alimentación animal y humana.
SI este es el escenario, las medidas más sensatas que se podrían tomar de cara al futuro no son las que tiendan a rebajar el precio de los carburantes, sino las que fomenten las prácticas y tecnologías que minimicen el consumo de los mismos.
Dentro de éstas destacan: la siembra directa, el laboreo de conservación, la utilización racional de la maquinaria, incluyendo su uso en común, y la concentración parcelaria.
Las medidas que se pueden tomar para fomentar estas técnicas son múltiples, incluyendo el favorecerlas en las reglamentaciones de ayudas superficie, ayudas medioambientales y estructurales, un Plan Renove de aperos e incluso planes de divulgación del laboreo de conservación.
Si el gasóleo va a estar así de caro para muchos años, quizá para siempre, más vale que cambiemos el “chip” de una vez y pensamos que hay que tomar medidas más audaces que las habituales de bajasr unos impuestos, devolver unos puntos del impuesto de hidrocarburos o tocar el IVA. El futuro depende de ello
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