Han transcurrido más de cinco siglos desde que Miguel de Cervantes escribiera El Quijote y parece que poco o nada ha cambiado la idiosincrasia del ciudadano español, menos aún del agricultor, en un país eminentemente rural como lo era la España de principios del XVI.
Parece demostrado, a lo largo de nuestra historia, que una gran parte de los españoles tenemos la tendencia a ser egocéntricos e individualistas con la firme conciencia de que estamos en posesión de la verdad absoluta de la misma forma que le ocurría a Alonso Quijano, entre alucinaciones, en sus aventuras por tierras manchegas. Esta personalidad narcisista nos hace llegar a la conclusión de que casi siempre nuestro vecino está equivocado inclinando así la balanza hacia los planteamientos particulares y subjetivos que nos impiden escuchar a pesar de que, con esta actitud, se lesionen los intereses pecuarios.
Esta breve matización viene a colación de las constantes convulsiones, conflictos y enfrentamientos que, semana tras semana, se producen en la lonja agropecuaria provincial. Como profesional del sector agrario, si hay algo que un servidor tiene suficientemente claro es que ser miembro de una mesa en la lonja de precios es un puesto de gran responsabilidad que debe ejercerse con objetividad y coherencia ya que el juicio que se emita influirá, directamente, en los bolsillos de todo el sector implicado.
¿Sería, pues, una quimera exigir que quien ocupe una silla en dicho foro tuviera claro que lo único que debe hacer es reflejar las inclinaciones del mercado con precios ajustados a la realidad del momento? ¿Sería una utopía pedir que quien sea representante en la lonja ejerciera su cometido manejando información veraz y fiable sobre las tendencias de las cotizaciones nacionales, demostrando interés incluso por conocer la valoración de cada producto en los mercados internacionales? ¿Sería imposible ubicar adecuadamente en el lugar que a cada uno le corresponde, independientemente de los intereses que representan, a “productores-vendedores” y “compradores-industriales”? ¿Sería mucho pedir que quien preside todas y cada una de las mesas moderase, arbitrase y consensuase los posicionamientos de ambos “bandos”?
Uno es consciente de que llevar a buen término estas reflexiones retóricas no es tarea fácil pero entiendo que todos aquellos que tenemos cierta responsabilidad indirecta en este debate debemos instar y demandar categóricamente objetividad y coherencia pacífica, olvidándonos de personalismos e individualismos con el fin de alcanzar un único objetivo: que nuestra lonja sea el fiel reflejo de los precios de la implacable ley de la oferta y la demanda que imperan, en cada momento, en el mercado. Por intentarlo, que no quede.
Salamanca, 21 de enero de 2.008
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