Cientos de miles de agricultores y ganaderos de todo el país nos movilizamos los días 20 y 21 de noviembre contra la política agraria del Gobierno, que nos está llevando literalmente a la más absoluta ruina. Desde todos los puntos de la geografía y desde todos los subsectores productivos del sector primario, se han escuchado las voces de rechazo a un sistema político y económico que nos obliga a producir a pérdidas arruinando nuestras explotaciones y nuestras economías domésticas. Nunca como esta vez el campo ha manifestado de forma tan clara y unánime su hartazgo ni nunca antes la sociedad en su conjunto se había pues tan claramente de nuestra parte. Basta ver y escuchar los medios independientes y basta leer la amplia prensa local y nacional, para darse uno cuenta de que hemos contado con la simpatía de los líderes de opinión, y que el Gobierno se ha quedado solo.
Tengo suficiente experiencia sindical como para no caer en la tentación de pedir la dimisión de la ministra del ramo, pues cuando se pide la dimisión de un cargo político se le perpetúa en el mismo casi de por vida. No soy quién para ser más duro en la crítica de lo que lo fueron nuestros representantes nacionales en su intervención ante los manifestantes el pasado sábado 21. Entiendo que la unidad sindical significa también pactar la dureza de las palabras y los contenidos de las pancartas, pero no entiendo la complacencia que se tuvo con Elena Espinosa, a no ser que se la quisiera ignorar por desprecio. A los cientos de miles de agricultores y ganaderos que nos hemos movilizado estos días contra la política agraria no nos es fácil entender que la ministra responsable de esta materia tuviese otra cosa más importante que hacer el sábado día 21 que recibir en su despacho a los representantes de los hombres y mujeres del campo llegados a Madrid desde todos los puntos de la geografía nacional. Fuimos al ministerio a reclamar lo nuestro y la titular estaba de fin de semana, no estaba para recibirnos, nos trató como nos trataba Carlos Romero, pero con una diferencia: Romero era un zoquete y ésta es una mal educada.
Los agricultores y ganaderos, que tan mal lo estamos pasando con nuestra crisis particular en medio de una crisis económica global, no tenemos ministerio de agricultura porque lo suprimió Zapatero al principio de esta legislatura. No tenemos una ministra que conozca nuestros problemas, que tenga la más mínima sensibilidad por lo que nos pasa y no tenemos una ministra con peso político en el Ejecutivo. Y ahora además nos hemos dado cuenta de que nos desprecia y que no quiere saber nada de nosotros. Nos hemos dado cuenta de que, además de ser una mala ministra, no tiene educación.
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