Los cultivos cuantitativamente más importantes en la provincia de León, y en particular el maíz y la remolacha, son más “sostenibles” que hace dos o tres décadas. Así se desprende de un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid elaborado para la Plataforma Tecnológica de Agricultura Sostenible, que se ha presentado recientemente. Este riguroso informe ha sido muy bien valorado por ASAJA porque destierra la falsa creencia de que las agriculturas más intensivas son menos respetuosas con el medio ambiente.
Los autores analizaron una serie de indicadores medioambientales globales como el uso de la tierra, las pérdidas de suelo, la energía consumida y el uso del agua. Tanto en maíz como en remolacha, de lo que se cultivan 65.000 hectáreas en la provincia de León, el incremento en rendimientos ha sido espectacular en las últimas décadas, por lo que se necesita menos tierra para producir una tonelada de producto. Los autores del trabajo consideran que este parámetro todavía experimentará crecimiento en un futuro. Respecto al agua, se constatan también disminuciones de consumo por unidad de producción, y aquí hay todavía mucho campo para mejorar con la puesta en marcha de la modernización de los regadíos, algo muy relevante en la provincia de León. Respecto a la energía, se constata que se aumentan los consumos, pero la cantidad de producto obtenido por unidad de energía consumida, muestra evolución positiva, particularmente en el maíz.
El empleo de diferentes tecnología ha contribuido también a reducir la pérdida de suelo por erosión por unidad de producto o valor de cosecha. Contrario también a lo que podría pensarse, el uso de fertilización química se ha reducido de forma muy acentuada relacionando las unidades consumidas con el valor económico de la cosecha, y ello debido una vez más al incremento de la productividad y los rendimientos agrícolas además de por un mayor uso de los fertilizantes orgánicos.
En resumen, la mayoría de las producciones agrarias y ganaderas, y en particular el maíz y la remolacha, cada vez consume menos agua y energía, pierden menos suelo y emiten menos gases a la atmósfera, para obtener una unidad de producto o un euro de valor de cosecha. Las ganancias en productividad han permitido avances importantes en la sostenibilidad general de la agricultura.
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