La Confederación francesa de remolacheros ha celebrado el segundo centenario del cultivo de la remolacha en Francia, el cual fue introducido mediante un decreto imperial de Napoleón en 1811, presentando su Libro Blanco sobre la remolacha. Bajo el título, “El sector remolachero del futuro”, los cultivadores quieren mostrar que todavía se puede aumentar la productividad del cultivo y ser competitivos ante la producción azucarera de otros países, como Brasil.
Para poder conseguirlo, el sector necesita estabilidad en las normas que lo regula, por lo que es preciso que éstas no cambien en 2014 (tras la reforma de 2006) y se prorroguen hasta 2020, manteniendo el sistema de cuotas y la regulación del mercado, de manera que se pueda contar con 10 años para que el sector gane en competitividad.
El aumento de esta competitividad procederá, en gran parte, de semillas que den más rendimientos y sean más resistentes a enfermedades, falta de agua y especialmente al frío, con lo que la siembra se podría iniciar antes y alargar la duración de la campaña. La mejora de la competitividad agronómica debería ir acompañada de una mejora en la competitividad industrial, en especial, un aumento de la cantidad de azúcar producido por fábrica, disponible para exportar.
Según recoge el Libro blanco, el programa de investigación sobre el genoma de la remolacha, que se va a poner en marcha este año y que va a estar cofinanciado por el gobierno francés, constituirá, si se cuenta con un marco reglamentario estable, un medio para conseguir el fin de aumentar la productividad del cultivo.
Francia cuenta con 26.000 remolacheros, que cultivan 400.000 ha para producir 30 millones de tn de raíces que se destinan a la producción de azúcar, alcohol y bioetanol.
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