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La deforestación contribuyen al calentamiento global pero los bosques controlados de Europa, también

05/02/2016

Dos nuevos estudios revelan que alterar la cobertura arbórea influye, no solo en el ciclo del carbono, sino también en las temperaturas superficiales del aire de manera significativa. En los resultados se observa cómo los cambios provocados por el ser humano en los bosques acarrean consecuencias más severas de las que se creían previamente. El primer estudio demuestra que, a pesar de que existe un aumento general de la cobertura arbórea, los bosques controlados de Europa contribuyen al calentamiento global, en vez de disminuirlo.

La reforestación de solo ciertas especies de árboles está provocando un efecto cascada contraproducente, lo que indica que es preciso utilizar métodos de control de bosques más apropiados para contrarrestar el calentamiento climático. A nivel mundial, las áreas reforestadas son cada vez más prominentes; por ejemplo, en Europa, el 85 % de los bosques están gestionados por los humanos desde el año 2010. El gran favoritismo de los sembradores por plantar árboles con mayor valor comercial, tales como el pino silvestre, la pícea de Noruega o las hayas, trajo como consecuencia una reforestación de 633 000 km² de coníferas a expensas de los bosques frondosos, que se redujeron en 436 000 km² desde 1850.

Para obtener más información sobre el impacto de este favoritismo, Kim Naudts y sus colegas reconstruyeron 250 años de historia de gestión de los bosques utilizando un modelo de cobertura de la superficie, pero también incluyeron factores de gestión de bosques, como los cambios en las especies de árboles. Su análisis revela que la conversión de los bosques frondosos a bosques de coníferas provocó cambios significativos en la evapotranspiración y el albedo, la cantidad de energía solar reflejada de la Tierra nuevamente hacia el espacio. Estos cambios, junto con la emisión de carbono que se asocia a la manipulación de los bosques, favorecen el calentamiento en vez de mitigarlo. Por lo tanto, según afirman los autores, cualquier marco climático debería tener en cuenta el manejo del suelo además de su cobertura.

Un segundo estudio describe cómo los cambios en la cobertura forestal global afectan a los flujos de energía y agua entre la tierra y la atmósfera, y que este proceso puede variar según las diferentes regiones forestales. En el pasado, la comunidad científica ha debatido el alcance de los efectos biofísicos de la deforestación, pero estos resultados arrojan una nueva perspectiva sobre el tema, ya que sugieren que la aridez y el tipo de bosque son variables importantes.

Estos datos podrían ser de mayor utilidad para los tratados referidos al clima, destacan los autores Ramdane Alkama y Alessandro Cescatti. Su análisis, que se basa en datos satelitales de la temperatura superficial y las variaciones de la cobertura arbórea, revela que la deforestación está provocando un aumento de las temperaturas superficiales máximas y de promedio, excepto en las latitudes más septentrionales. Los autores destacan que la evapotranspiración juega un papel clave en la manera en que la deforestación repercute sobre las temperaturas, ya que las zonas áridas muestran un patrón de calentamiento más marcado, seguidas por las áreas templadas, tropicales y boreales. En conjunción, estos dos estudios demuestran algunas complejidades que antes no se apreciaban con respecto al papel que juegan los bosques sobre el ciclo del carbono y las temperaturas superficiales del aire.

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