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           Entrevistamos a Konstantin Kretschun, Director de la División de Soluciones Agrícolas de BASF

Konstantin Kretschun: “La sociedad en general ha perdido la conexión con la agricultura y desconoce en muchos casos, dónde y cómo se producen los alimentos”

06/07/2021

Konstantin Kretschun es desde primeros de año, el nuevo director de la División de Soluciones Agrícolas de BASF. Es experto en negocios y relaciones internacionales y ha dedicado casi toda su carrera profesional a coordinar y gestionar proyectos de BASF en Estados Unidos, Hong Kong y Alemania. Lideró la estrategia de marketing para diferentes cultivos en BASF Rusia, donde estuvo trabajando mano a mano con los agricultores para conocer de cerca sus necesidades y comprender cómo se podían beneficiar de las innovaciones agrícolas. Su anterior cargo en la compañía ha sido como responsable de la División de Soluciones Digitales para la Agricultura en EMEA, dedicándose a sentar las bases y desarrollar la estrategia digital de BASF. 

Usted tiene una amplia experiencia profesional en un gran número de países (EEUU, Hong Kong, Rusia, Alemania…). Lleva solo unos pocos meses en su nuevo puesto, pero nos gustaría conocer su primera impresión sobre lo que le ha llamado la atención del sector español.

Llevo en España 4 meses y he estado viajando bastante, por lo menos lo que me han dejado las restricciones de movilidad impuestas por la Covid-19. Hasta ahora he visitado diferentes regiones dentro del país, como las zonas de Burgos y Valladolid, Cataluña, Aragón, Murcia y Almería y, por supuesto, Andalucía.


Konstantin Kretschun: » Estoy convencido que los productos para la protección de los cultivos de origen químico y biológico necesitan ser desarrollados con una perspectiva global (una única molécula), y luego adaptados a las condiciones locales (una formulación específica)»

La primera impresión que me llevo es que la agricultura española tiene características muy distintas a lo largo de su territorio. Por ejemplo, comparando la agricultura que se hace en Burgos con la de Almería, está claro que son realidades muy diversas, que presentan suelos y retos muy diferentes, además de otros factores que, como productores de soluciones para la agricultura, necesitamos tener en cuenta. Este, sin duda, ha sido para mí el primer aprendizaje en estos meses.

Además, he observado algo incluso más importante, si pienso en el futuro de este sector: una firme voluntad de innovar y de probar cosas nuevas.  Si bien es cierto que en general, el sector agrícola es conservador y tiene una gran tradición, tengo la sensación de que la adopción de nuevas tecnologías en la agricultura ya es una necesidad clara y compartida. Queda esclarecer “cómo” vamos a adaptar y usar la tecnología en la agricultura, ya que la necesidad de que esto suceda se percibe claramente en el sector. Este punto es clave para mí y para BASF porque estamos desarrollando innovaciones que, en los próximos años, pueden representar grandes avances tecnológicos y estoy convencido que España está preparada para impulsar fuertemente tanto la digitalización, como la sostenibilidad de cara al futuro.

Por otro lado, lo que más me ha impactado hasta ahora desde un punto de vista personal ha sido la hospitalidad, la amabilidad y la cálida bienvenida que he recibido. 

¿La globalización ha homogeneizado el mercado de los fitosanitarios en todo el mundo o todavía cada país mantiene su idiosincrasia?

Está claro que hay objetivos comunes a nivel europeo como el Pacto Verde y la estrategia De la Granja a la Mesa. Sin embargo, es difícil hablar de globalización en el mercado de los productos para la protección de los cultivos, si con ello nos referimos a una armonización de reglas y estándares a la hora de registrarlos y emplearlos.

En Europa rige una de las legislaciones más estrictas del mundo, si no la que más. Mientras que, en otros países, incluso cercanos a nosotros, las normas no son ni tan rígidas, ni tan exigentes y tampoco los controles.

España por ejemplo es un país con unos requerimientos muy exigentes, lo que pone a nuestros agricultores en una posición de desventaja frente a los de otros países, que sí tienen acceso a productos que les permiten ser más eficientes y rebajar los costes de producción y, por ende, el precio de su cosecha. En este caso sí que la globalización entra en juego respondiendo a la demanda española con una oferta exterior: se recurre a la importación en lugar de comercializar lo que se produce en el país, aunque esto signifique a veces que estos productos han viajado por medio globo o por varios países. Esto no solo afecta a la economía de nuestros agricultores y del país, sino que también implica mayores emisiones de CO2 y un mayor impacto ambiental.

Desde un punto de vista regulatorio, el problema no son las exigencias en sí, sino el fijar criterios que no se basen en evidencias científicas y en una carencia de armonización legislativa.

Desde el punto de vista de los agricultores, las prácticas agrícolas alrededor del mundo tienen muchos puntos en común, aparte de muchas diferencias, por lo general debidas a las condiciones climáticas, la tipología del suelo y su potencial y, por supuesto, al acceso a la tecnología. Estoy convencido que los productos para la protección de los cultivos de origen químico y biológico necesitan ser desarrollados con una perspectiva global (una única molécula), y luego adaptados a las condiciones locales (una formulación específica).

La estrategia de la Granja a la Mesa de la Comisión Europea tiene como objetivo reduciren un 50 % el uso de fitosanitarios en 2030. Actualmente, el Ministerio de Agricultura está trabajando, de cara a la futura PAC, en una propuesta de ecoesquema de uso sostenible de fitosanitarios. ¿Cree que estos objetivos tienen una base científica? ¿Considera que estos objetivos son asumibles por el agricultor sin perjudicar la sostenibilidad económica de su cultivo?

Desde BASF compartimos el camino que marca la estrategia de la UE y estamos muy comprometidos en desarrollar y proporcionar al mercado herramientas para que la agricultura sea cada vez más sostenible. Sin embargo, no se trata de reducir por reducir, sino de utilizar la cantidad óptima de producto para la protección de los cultivos sin comprometer la productividad, teniendo el menor impacto sobre el medioambiente y respondiendo al gran desafío de alimentar a la población mundial.

En BASF estamos convencidos de la necesidad de encontrar el equilibrio para los agricultores, el medioambiente y las generaciones futuras y lograr así una agricultura más sostenible. Este equilibrio necesita primero ser analizado y entendido desde un punto de vista científico para poder luego fijar un objetivo numérico. Esto es lo que está haciendo la UE y pronto conoceremos el resultado de estas valoraciones.

Dicho esto, compartimos esta visión y asumimos este cambio proactivamente. El año pasado BASF anunció unos propósitos de sostenibilidad a nivel global fijando claros objetivos numéricos. Uno de los propósitos más importantes fue incluir, de forma permanente, la sostenibilidad entre los criterios a seguir a la hora de desarrollar y comercializar los productos para la protección de los cultivos. Para ser más precisos, BASF se ha comprometido a incrementar un 7% anual las ventas de soluciones con una importante contribución a la sostenibilidad dentro de su porfolio (hasta el 2030). Para ello hemos integrado el criterio de sostenibilidad en todos los procesos decisionales con relación al porfolio.

Hay la creencia entre la opinión pública de que los agricultores usan muchos fitosanitarios. Sin embargo, el agricultor es el primer interesado en usar la cantidad mínima necesaria de producto para reducir costes sin comprometer rendimientos. En los últimos años se ha reducido el consumo de fitosanitarios y cada vez se usan más productos de acción localizada, sistemas de detección temprana de plagas, soluciones para aplicar los productos en el momento y lugar adecuado etc. ¿Por qué, entonces, no hemos sido capaces de cambiar la percepción del consumidor? ¿Comunicamos poco?

Exacto. Como bien dices, los primeros interesados en emplear menos productos fitosanitarios son los agricultores. Para ellos, su uso constituye un gasto importante en términos económicos, en recursos (el agua, por ejemplo) y en tiempo empleado haciendo trabajo en campo.

¿Entonces de dónde viene esta percepción equivocada? En primer lugar, creo que la sociedad en general ha perdido la conexión con la agricultura y desconoce en muchos casos dónde y cómo se producen los alimentos. Debido a la fuerte urbanización que ha caracterizado las últimas décadas y que, estoy seguro, seguirá con efectos importantes también en los próximos años, muchas personas tienen acceso a la comida solo a través de los supermercados. Solo hace falta preguntar a alguien si sabe cómo se producen las hortalizas y cuál es hoy en día el reto más grande para un horticultor y está claro, sobre todo las nuevas generaciones apenas tienen conocimiento de ello.

Estoy convencido firmemente que educar, informar y hacer comprender este aspecto es esencial para que se produzca un cambio en la percepción que la opinión pública tiene de la agricultura y para que los consumidores sean más conscientes y responsables. También tenemos que admitir que hasta hace poco no se había invertido lo suficiente para explicar a la opinión pública qué es la sanidad vegetal, su enorme importancia y cómo se logra. Esto ha dejado un espacio vacío en el que la comunicación sobre este sector se ha llevado a cabo por entidades, medios, personas que no trabajan para la agricultura y que, además, tienen a veces sus propios intereses a defender.

Esto ha dibujado en la mente de la opinión pública una imagen del sector primario como un ámbito antiguo, a menudo poco tecnificado y hasta responsable del deterioro de los suelos y del medioambiente. Y esto no es cierto. La agricultura actual se beneficia fuertemente de la tecnología y la digitalización, sigue prácticas agrícolas sostenibles y, en muchos casos, necesita de una especialización formativa equiparable a otras disciplinas que sí gozan de una reputación muy buena. Además de estar sujeta a normativas muy exigentes y controles rigurosos, sobre todo en Europa, como ya hemos explicado antes.

La clave para el futuro de la agricultura está en el equilibrio entre la sostenibilidad que reclama el consumidor y la productividad que necesita el agricultor. ¿En qué soluciones innovadoras está trabajando BASF?

El pasado marzo, BASF anunció un refuerzo en su inversión en I+D con foco en soluciones para una agricultura sostenible, que ayudarán a los agricultores a superar retos medioambientales y económicos y que permitirán además satisfacer la demanda de los consumidores, que piden alimentos producidos de forma más sostenible.

Hasta 2030, más de 30 importantes proyectos de I+D complementarán la oferta integrada de semillas y productos para la protección de las semillas, las soluciones químicas y biológicas, además de los servicios digitales. En particular la digitalización es el ámbito que tiene el mayor potencial de contribuir a alcanzar este objetivo. Por ello, BASF está impulsando mucho sus tecnologías digitales junto con las demás innovaciones de su porfolio. Esta oferta combinada permitirá al agricultor alcanzar más y mejores cosechas en las tierras cultivables existentes, contribuyendo así a preservar la biodiversidad.

En noviembre de 2020, BASF y Bosch firmaron un acuerdo de joint venture a nivel global para ofrecer conjuntamente al mercado soluciones inteligentes para la agricultura en el futuro. La joint venture, que recibió la pasada semana la aprobación de las autoridades antimonopolio pertinentes, tiene planificado lanzar en 2021 una solución para la aplicación inteligente. Esta nueva tecnología reconoce las malas hierbas en el campo y permite una aplicación de precisión de los herbicidas, lo que maximiza la productividad de la tierra cultivada y reduce el impacto medioambiental, disminuyendo el volumen de herbicidas aplicados.

Además, el modelo de negocio basado en los resultados xarvio® HEALTHY FIELDS proporciona a los agricultores una estrategia personalizada para la protección de su cultivo, específicamente diseñada y optimizada para su campo y momento de la campaña, permitiéndole así alcanzar los objetivos de producción marcados. De esta manera, la compañía responde a los desafíos de la agricultura moderna, los requerimientos de la sociedad y los planes de acciones políticos, contribuyendo así a una agricultura más sostenible.

La oferta integrada de BASF impulsa el desarrollo de nuevas soluciones químicas y biológicas que incrementan la productividad y reducen el impacto medioambiental, creando valor adicional para la sociedad. La materia activa Axalion™ desarrollada por BASF, es la última innovación insecticida de la compañía en este sentido. Gracias a su novedoso modo de acción, ayuda a los agricultores a preservar su cosecha sin dañar el suelo, los organismos acuáticos y las aves. Si se aplica respetando las indicaciones en su etiqueta, los productos formulados con Axalion™ no afectarán a los insectos auxiliares. Además, esta nueva molécula es una herramienta esencial para la prevención de la aparición de resistencias a los insecticidas. 

BASF también invierte en sistemas de cultivo de interior, como la lechuga de producción hidropónica. Este tipo de cultivos necesitan menos tierra y agua con respecto al tradicional cultivo al aire libre, y requieren un menor empleo de productos convencionales para la protección del cultivo. La tecnología de interior permite cultivar la lechuga independientemente de la localización geográfica, de manera que puede ser producida cerca del consumidor, lo cual reduce el transporte de largas distancias y las emisiones asociadas.

Otro ejemplo de nuestra oferta integrada son nuestras variedades de semillas, que permiten producir alimentos sanos y asequibles de forma respetuosa con el medioambiente. Por ejemplo, nuestras últimas variedades de espinacas son resistentes al mildiu, una de las enfermedades fúngicas más dañinas. Estas semillas evitan que puedan producirse pérdidas completas de la cosecha, se pueden cultivar en cualquier estación y representan un volumen de mercado significativo en el segmento de las espinacas orgánicas frescas. Estas características brindan un valor añadido importante al agricultor, a toda la cadena de suministro y a los consumidores.

Como veis, nos acercamos rápidamente a un nuevo futuro más sostenible para la agricultura. Y estamos convencidos que una nueva legislación europea puede desarrollarse solo a través del diálogo entre todas las partes interesadas.

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