Un fallo a gran escala en el sistema eléctrico europeo provocó ayer un apagón masivo que afectó a millones de personas en España, Portugal, Andorra y el sur de Francia. El corte, que comenzó a las 12:33 horas, dejó sin suministro eléctrico durante varias horas a hogares, infraestructuras y servicios básicos. Según Red Eléctrica, el sistema español se desconectó automáticamente del resto de la red europea como medida de protección ante una fuerte oscilación de potencia de origen aún por determinar.
El Ministerio de Transición Ecológica activó el Nivel 3 de Emergencia Nacional y se desplegaron unidades del Ejército para garantizar el orden público. La electricidad se fue restableciendo de forma progresiva durante la tarde, aunque en algunos puntos el proceso se alargó hasta bien entrada la noche. En varias ciudades, el apagón causó el colapso del transporte público, cortes en telecomunicaciones y el bloqueo de semáforos y ascensores, según informaron medios locales y cuerpos de seguridad.
Consecuencias aún por determinar en el campo
Aunque todavía no se han publicado datos específicos sobre el impacto del apagón en las explotaciones agroganaderas, es previsible que muchas de ellas hayan sufrido interrupciones relevantes en su actividad diaria. Sistemas de ordeño, equipos de riego automatizado, cámaras frigoríficas, sistemas de refrigeración, bombas de agua o ventilación en granjas son tecnologías dependientes del suministro eléctrico continuo. Su paralización, incluso durante unas horas, puede ocasionar perjuicios sanitarios y de bienestar en animales, daños en cultivos y deterioro de la producción como en el caso de la leche, provocado pérdidas económicas.
Esta situación ha puesto de nuevo sobre la mesa una vulnerabilidad estructural del sector: la escasa implantación de sistemas de respaldo energético en explotaciones que, por su ubicación o aislamiento, no siempre son prioritarias en los planes de restablecimiento de emergencia. La tecnificación del campo ha traído eficiencia, pero también una mayor dependencia energética que, en ausencia de planes de contingencia, deja desprotegido al tejido agroalimentario rural.
El campo: un salvavidas cuando todo se detiene
El apagón del 28 de abril fue resuelto en pocas horas. Pero si la interrupción se hubiera prolongado durante días, las consecuencias para la población urbana habrían sido mucho más severas. En ese contexto hipotético, solo los entornos rurales capaces de autoabastecerse —con producción local de alimentos, acceso directo a recursos naturales y estructuras comunitarias de apoyo— habrían podido mantener cierto margen de autonomía.
Esta realidad subraya el papel estratégico del medio rural, no solo como productor de alimentos en tiempos de normalidad, sino también como reserva de resiliencia frente a futuras crisis energéticas, logísticas o climáticas. Fortalecer las capacidades del campo debería extenderse a garantizar su autonomía básica en materia energética, hídrica y alimentaria.
En un país donde el 85 % de la población vive en entornos urbanos, conviene no olvidar que, cuando la red cae, los únicos con capacidad real de sostener el suministro de alimentos son aquellos que siguen cultivando, criando y conservando en origen.
Muito oportuna a publicação deste artigo.
Sem dúvida que é no campo que está o tecido resiliente dum povo e duma civilização.
Esquecê-lo, é comprometer o futuro irremediavelmente. Seja qual for o modelo de futuro que se preconize, é inviável sem o campo, sobretudo nos momentos de crise, que os haverá sempre.
Muito obrigado pela forma clara e objectiva com que o artigo está escrito e aparece publicado neste momento.
En Portugal también hubo corte de suministro eléctrico.
Ya lo sabíamos