Ahora que nos encontramos a mitad de campaña del limón fino, podemos afirmar con certeza que los cítricos de la Comunidad Valenciana atraviesan por una situación muy delicada. La venta a pérdidas por parte de los agricultores continúa persistiendo y amenazando la supervivencia de sus negocios. Esta triste realidad no tiene justificación alguna.
En la actualidad, no tenemos competencia. Estamos atravesando un momento en el que los limones americanos todavía no están en los mercados. Sólo Turquía tiene producción, pero está enviando sus contingentes a Europa del Este, por lo que en los países en los que el limón alicantino tiene mayor presencia (Francia, Alemania, Holanda, Gran Bretaña,…), nos encontramos completamente solos. Y así será hasta julio, mes en el que entrarán los limones de Argentina y Sudamérica. Hasta entonces, millones de clientes comprarán los cítricos que cultivamos en nuestras tierras.
Las heladas han contribuido a reducir la oferta. Los agricultores andamos despistados. No comprendemos cómo ha podido bajar la producción, hay muchos consumidores y, sin embargo los precios continúan por los suelos. ¿Por qué el kilo del limón en origen en nuestra provincia no ha superado desde octubre los 0,15 €/kg? El limón fino de píe macrofila ni siquiera tiene precio, se está regalando y se lo está llevando la industria para elaborar sus productos. No es incomprensible, lo que ocurre es que no existe el libre mercado y que la realidad económica que atravesamos no responde a la ley de la oferta y la demanda. Algunos pocos se están forrando a nuestra costa y no rige un libre mercado verdaderamente.
Al inicio de la campaña de cítricos, surgieron iniciativas como la del contrato homologado que podían potenciar la transparencia y estabilidad del mercado. Sin embargo, entidades con peso han impuesto sus condiciones una vez más. Los compradores e intermediarios llegan a nuestras fincas y nos oprimen para rebajar los precios hasta un límite insospechado. Y la solución está clara. Simplemente hay que decirles: “A ese precio, no te vendo”. Si todos lo hiciéramos, nos respetarían más y si una campaña no hay que vender absolutamente nada, pues no se vende. El único mecanismo que nos queda para ejercer presión y obtener precios más justos es desabastecer a los mercados y la industria.
De todos modos, la situación es muy triste. Quienes están controlando el mercado sólo piensan a corto plazo. No se dan cuenta de que aunque estén obteniendo beneficios impresionantes, se están haciendo daño a si mismos. Si el agricultor desaparece, sus empresas también quebrarán por mucho que compren cítricos de Turquía. Existe una necesidad imperiosa de abordar una política con valentía. Urge aplicar medidas de mercado que establezcan cambios estructurales y en profundidad, que rompan con las bases de este sistema que fortalece a un número reducido de poderosos, condena a las empresas familiares y PYMES y ahoga a los agricultores.
Ha llegado la hora de intervenir en la cadena alimenticia de manera activa. Las autoridades y el incompetente Tribunal de la Competencia tienen la responsabilidad de acabar con los abusos que se producen, pero llevamos años reclamándoselo y siempre miran hacia otra parte. A los agricultores les digo que somos nosotros mismos los que tenemos que defender nuestra producción. Está claro que no vendrá nadie de fuera a solucionar nuestros problemas. Si una campaña no tenemos que abastecer al mercado, pues no lo hacemos. Será la única manera de conseguir empresas citricolas rentables. Ha llegado la hora de plantarles cara porque llevan muchos años aprovechándose y lo de esta campaña es escandaloso, de auténticos sinvergüenzas que hunden a quienes están produciendo alimentos.
La trazabilidad del producto, protección del medio ambiente y las políticas de Residuo Cero son importantes y han de mantenerse, pero lo trascendental ahora es potenciar la rentabilidad del agricultor. Sólo así conseguiremos mantener un sector tan relevante para la economía de nuestra autonomía como es la citricultura. Y que quede claro, la solución no pasa por establecer decretos de la pinyolà. Así no se ayuda al sector citrícola para nada y se asfixia a un sector para nada. Prohibir que se asienten colmenas cerca de árboles de limones, naranjas o mandarinas no posibilita que los frutos crezcan sin semillas. Al contrario, las abejas son de vital importancia para la polinización y mejora el cuajado de los cítricos. A ver si empezamos a llamar las cosas por su nombre, protegemos nuestros trabajos y negocios y exigimos a las autoridades que apliquen medidas con sentido y efectivas que induzcan a regular la cadena alimenticia para que deje de estar controlada por unos pocos. Sólo así se fortalecerá nuestra debilitada economía y evitaremos que se continúe asfixiando injustamente a los consumidores con las continuas subidas del IPC, que no responden a la realidad del mercado.
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