La venta de PULEVA al grupo francés LACTALIS pone de manifiesto, por una parte, la incapacidad de nuestras empresas para hacer frente a proyectos de dimensión y, por otra, la ausencia en las Administraciones españolas de una visión estratégica a medio y largo plazo en el sector lácteo.
Mientras las CCAA perdían el tiempo buscando la creación de “grandes” grupos autonómicos -lo cual no deja de ser una contradicción en un mercado globalizado como el actual- y las empresas nacionales hacían cada una “la guerra” por su cuenta, llegaron los franceses con el talonario y se salieron con la suya. Por otra parte el grupo EBRO-PULEVA, una vez más, ha puesto de manifiesto que el dinero no tiene patria y, por tanto, no caben consideraciones nacionales a la hora de decantarse por una oferta u otra. Tal vez convenga recordar, eso sí, que en su día EBRO-PULEVA se ideó como un gran grupo agroalimentario español que tenía entre sus objetivos garantizar el mantenimiento de sectores estratégicos como el azucarero, que no hace mucho también vendieron, en este caso a British Sugar.
La compra de PULEVA por parte de Central Lechera Asturiana o Pascual, o mejor aún, una alianza entre ambas en la que también podría haberse incorporado alguna industria más que compartiese los mismos objetivos y planteamientos, hubiese sido una oportunidad inmejorable para reestructurar el tejido industrial español y fortalecer su posición ante una demanda cada día más integrada y controlada por las grandes cadenas de distribución.
La profunda crisis que está padeciendo el sector productor en nuestro país responde a múltiples factores, pero uno de ellos es la debilidad de nuestras industrias ante sus principales clientes que, a menudo, utilizan la leche como producto reclamo reduciendo los precios de forma muy agresiva con el fin de atraer a los consumidores.
Pero no sólo hay que responsabilizar a la gran distribución de los precios bajos, hay que pensar que desde hace más de un año se ha desatado una auténtica guerra de precios entre los distintos fabricantes, propiciada además por la indefensión de muchos ganaderos que entregan su leche sin siquiera saber el precio que van a percibir por ella.
La situación del mercado de la leche líquida en España es extraordinariamente compleja y delicada. Al descenso en el consumo del 6 % en los últimos 3 años hay que añadir el incremento de la Marca de la Distribución (MDD) de un 11 %, lo cual ha significado una caída de las 3 primeras marcas (CLAS, PULEVA Y PASCUAL) del 9 %. Si analizamos la cuota de mercado actual podemos comprobar que estas 3 industrias del sector representan el 29,6 % del volumen y el 38,2% del valor, mientras que la MDD alcanza el 48% y el 38,9% respectivamente. El resto de industrias apenas logran una cuota de mercado del 22%.
Estas cifras ponen de manifiesto la atomización existente y la posición de dominio que ostenta la MDD en nuestro país. A mi juicio, hay que tener claro que una industria débil es un grave riesgo para los productores, porque al fin y a la postre acaban pagando las consecuencias. Actualmente los precios se forman en destino y se van trasladando a lo largo de la cadena hasta que llegan al productor. En este proceso todos los eslabones obtienen su margen, menos el ganadero, que se tiene que conformar con un precio que, con frecuencia, no cubre sus costes productivos.
Hemos perdido una gran oportunidad para haber dado un paso en la buena dirección mientras la Administración se ocupaba en poner tiritas a un problema estructural y desde el sector productor pedíamos cuidados paliativos. Nunca aprenderemos. Ahora nuestro futuro depende de terceros.
Por todo ello, las cooperativas debemos liderar una nueva dinámica, porque tenemos la obligación de compatibilizar nuestra presencia en el mercado con la justa remuneración a los ganaderos y eso pasa, necesariamente, por la creación de economías de escala que a día de hoy no tenemos. Sirva al menos esta lección para empezar a pensar de otra manera.
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