La senadora californiana Bárbara Boxer ha pedido al Departamento de Agricultura de EEUU (USDA) que tome medidas sobre la inyección de agua salada en la carne de pollo. Esta práctica no solo es legal sino que incluso, desde 2003, la carne de pollo puede etiquetarse como 100% natural aunque lleve añadida esta agua salada, lo que provoca que esta carne pueda llegar a tener un 500% más de sodio que la carne no inyectada.
Esta iniciativa de la senadora Boxer ha sido muy bien recibida por las organizaciones de consumidores y por algunas empresas, como Foster Farms, que en mayo pasado inició una campaña informativa hacia el consumidor, para aclararle que cuando compra un paquete de carne de pollo, aunque ponga 100% natural, según que marcas, puede llevar inyectada agua salada.
En esta campaña, Foster Farms informaba al consumidor de que esta práctica perjudica a la salud y al bolsillo de quien la compra. Con esta práctica se consigue que una ración de carne de pollo que haya sido inyectada, tenga más del 25% de la ingesta máxima de sodio recomendada. Además, el consumidor está pagando 1,15 € por paquete, simplemente por agua salada, no por carne. Según los cálculos de Foster Farms, podría llegar a suponer más de 75€ por hogar y año.
En la UE, añadir agua a un producto cárnico no es ilegal, siempre que se indique en la lista de ingredientes. La adición de agua a estos productos se hace por inyección o remojo. Para conseguir que la carne retenga agua se usan aditivos como el E450 (difosfato), E451 (trifosfato) y E452 (polifosfato).
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