Investigadores del Instituto Max Planck han desarrollado un nuevo sistema para la descomposición de la celulosa en azúcares simples, distinto de los existentes basados en métodos biológicos o termoquímicos.
La descomposición de la celulosa es el principal “cuello de botella” de la producción económica de bioetanol de segunda generación a partir de material celulósico, como madera o paja, debido a su coste y dificultades técnicas. Actualmente se investiga en dos métodos principales: el biológico basado en el uso de enzimas, o el termoquímica que utiliza altas presiones y temperaturas. En ambos casos este proceso tiene un alto coste que limita su uso a escala comercial.
El nuevo sistema está basado en un proceso químico no biológico, pero no requiere las altas presiones y temperaturas del método termoquímico, teniendo lugar a temperatura ambiente.
Consta de dos pasos; la disolución del material celulósico en un líquido ionico (cloruro de butil-3-metilimidazolium) convirtiéndolo en pequeñas moléculas u oligómeros y, en una segunda fase, la separación de los azúcares simples mediante resinas. Este nuevo proceso presenta como principal dificultad a resolver la separación y recuperación del disolvente ionico de una forma efectiva y económica.
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