Corría el mes de octubre del año 2003 cuando Ebro Puleva y Abengoa iniciaron la construcción en Babilafuente (Salamanca) de una de las plantas más modernas y grandes de Europa para la fabricación de bioetanol.
Este proyecto hecho hoy realidad comenzó a fraguarse como consecuencia del cierre de la fábrica de remolacha de Salamanca debido al plan de reestructuración interna que a finales de los años 90 la empresa Ebro llevó a cabo ante la inminente reforma de la OCM del azúcar que se avecinaba impuesta en Bruselas.
Muchas fueron las promesas de la empresa y de la Junta de Castilla y León hacia el sector agrario, y muchas fueron las ilusiones creadas para los trabajadores que esperaban contar con un puesto de trabajo estable en el medio rural con esta nueva industria ubicada en Babilafuente.
Las cifras que en aquellos años se publicaban eran todas espectaculares. Inversiones para la construcción de la planta cuantificadas en más de 170 millones de euros (incluidas las suculentas ayudas públicas), y creación de puestos de trabajo fijos que superaban el centenar, mientras que los puestos indirectos ascenderían a 3.000.
Otro dato interesante que ofrecieron en su día se refería a la producción de bioetanol de la planta alcanzando los 200 millones de litros, con una producción diaria de 656 toneladas de DGS (subproducto de alto contenido proteico).
Esta producción de bioetanol estaba previsto que se comercializara en un 60 % con la petrolera Repsol y el 40 % restante lo adquiriría Cepsa. Con esta proyección comercial y estando en la comunidad autónoma con mayor capacidad de producción de cereales a nadie se le escapaba en su día las grandes posibilidades que se abrían de cara al futuro.
Sin embargo tan sólo un año después de ponerse en funcionamiento esta fábrica y sin dar explicaciones, los agricultores nos hemos encontrado sin la posibilidad de suscribir contratos de cultivos energéticos con la planta de Babilafuente. Y es que esta empresa no está dispuesta a pagar los cereales a un precio medio de cotización en el mercado, sino un precio muy por debajo de los costes de producción.
Como prueba de ello los contratos firmados el año pasado entre la empresa y los agricultores, recogían precios tanto para el trigo como para la cebada muy por debajo de los pagados en el mercado, situándose en 0,105 euros/kilo (17,50 pesetas/kilo) para la cebada y en 0,108 euros/kilo (18 pesetas/kilo) para el trigo.
Los ganaderos acusan a las empresas de las plantas de bioetanol como culpables de la subida tan espectacular del precio de los cereales. Y no les falta razón, porque si los agricultores vendimos en campaña el cereal – en torno al 70 % – a precios tan ridículos como los descritos anteriormente ¿Cómo es posible que sin transformar apenas bioetanol el precio del cereal se haya duplicado? ¿Qué tienen que ver los precios percibidos por los agricultores con lo que tienen que pagar los ganaderos? ¿Qué hicieron las cooperativas? ¿Por qué la fábrica de Babilafuente lleva tantos meses cerrada?
Primero se difundió la idea de que la paralización de la actividad en esta fábrica se debía a un paro técnico que no duraría más de 20 días. Posteriormente se manifiesta que no pueden competir en precios debido a las altas cotizaciones que alcanzan los cereales en el mercado destinado a los piensos.
Todos recordamos con asombro que esta planta se inauguró y comenzó su actividad con cereal procedente del Reino Unido, ya que realizaron una operación al aparecer magnífica para ellos de 30.000 toneladas con un precio sensiblemente inferior al precio que existía en el mercado español.
Hoy los trabajadores, los agricultores, y la sociedad en su conjunto estamos esperando una explicación sobre el futuro de esta planta. ¿Estamos ante una realidad con las energías renovables o es un simple espejismo? Cuando los políticos hablan de bioetanol y el futuro que éste tiene en Castilla y León, se refieren ¿A tener parada la planta de Babilafuente salvo que importen cereal excedentario a precio de ganga de otros países, o a que los agricultores les produzcamos un cereal con precios muy por debajo de los costes de producción?.
Las superficies destinadas a cultivos energéticos en Castilla y León han subido significativamente en los últimos años, pasando de 1.651 hectáreas en el año 2004 a 2.682 en el 2005 y a 57.026 en el año 2006. ¿Cuánta superficie se ha contratado en el 2007? De no continuar su actividad la planta de Babilafuente nos podríamos encontrar con un fiasco sin precedentes en Castilla y León, por lo que los agricultores pedimos justificadamente explicaciones tanto a la empresa Abengoa como a la Consejería de Agricultura ante el mar de dudas al que se ha sometido al bioetanol en nuestra comunidad autónoma.
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