Tras el lanzamiento en EEUU en 2005 de las primeras variedades de alfalfa OMG, tolerante al glifosato, la industria de las semillas está preparando una próxima generación de alfalfas biotecnológicas de segunda generación.
En 2004 se constituyó el Consorcio para la Mejora de la Alfalfa (Consortium for Alfalfa Improvement; CAI) formado por la empresa Forage Genetics, el Centro de Investigación Láctea de EEUU y la Fundación Noble, que están investigado en dos categorías principales relacionadas con la calidad forrajera: alfalfa con mayor digestibilidad de la fibra y con mayor proteína aprovechable.
Por un lado se ha conseguido “silenciar” genes que codifican enzimas necesarios para la producción de lignina, obteniendo alfalfa baja en lignina, que tiene una fibra mucho más digestible.
La otra línea es hacer que la proteína sea aprovechada más eficazmente por las vacas, ya que una gran parte de la proteína se pierde por varias causas, como la proteolisis post-cosecha, el henificado o en el mismo rumen. Una de las soluciones que se están barajando es hacer que la planta produzca tanino en las hojas y tallos (solo las produce de forma natural en la cubierta de la semillas), lo que haría que la proteína se degradara en mucha menor medida.
Otras características de valor agronómico que se estudian son resistencia a la sequía, mayor producción de biomasa y un retraso en la floración que permita un mayor crecimiento vegetativo.
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