Las proteínas constituyen un elemento importante de la alimentación animal y se encuentran presentes, en diversos grados, en un amplio abanico de alimentos para animales. Las principales fuentes son la hierba, el heno, el forraje ensilado y otros forrajes bastos originarios, en gran medida, de la UE y considerados generalmente no comercializables. Las demás fuentes principales comercializables consisten en los cereales y las plantas altamente energéticas (por ejemplo la mandioca, el gluten de maíz, el salvado y las melazas), así como las ricas en proteínas (por ejemplo, la soja, las harinas de otras semillas oleaginosas, los guisantes, las habas y los forrajes desecados). La harina de soja constituye la fuente más importante dentro de esta
categoría llegando a cubrir, aproximadamente, un 20 % del total de las necesidades y en su mayor parte es importada. Los forrajes desecados representan una fuente de proteínas, aunque su contenido en este sentido es escaso, de manera que únicamente proporcionan el 1 % del total de proteínas brutas consumidas por la cabaña de la UE.
Los forrajes desecados se obtienen a partir de plantas autorizadas, secadas con calor artificial o por otros medios, en su mayoría por exposición al sol. La planta más comúnmente utilizada es la alfalfa.
La organización común de mercados creada en 1974 tenía por objeto aumentar los niveles de producción de la UE mediante la concesión de ayudas a las empresas transformadoras para la producción de forrajes secados artificialmente (deshidratados). Se instauró un nivel uniforme de ayuda. A efectos de asegurar un suministro regular de plantas destinadas al secado y permitir un beneficio a los agricultores, la concesión de las ayudas se sometió a la firma de contratos de las empresas transformadoras con dichos agricultores.
El sistema de ayudas se reformó en 1978, cuando el tipo pagado pasó a depender de la diferencia entre un precio orientativo y el precio del mercado mundial y se introdujo una ayuda a los forrajes secados al sol, si bien a un tipo inferior para tener en cuenta el hecho de que estos requieren menos costes. La producción no cesó de aumentar en la década de los años ochenta y el gasto en concepto de ayudas se disparó, pues no se habían limitado las cantidades con derecho a las mismas. El tipo de ayuda equivalente por hectárea cultivada se elevaba entonces a unos 600 euros/hectárea frente a los 390 euros /hectárea de los cultivos proteínicos que recibían ayudas calculadas en función de la superficie cultivada.
En 1991, la Comisión consideró la posibilidad de proponer una eliminación gradual de la ayuda, pero el Consejo no se mostró a favor de esta idea. La actual OCM, que data de 1995, introdujo un mecanismo para frenar el presupuesto e influir en los niveles de producción. Se fijó una Cantidad Máxima Garantizada (CMG) distribuida entre los países productores. Se pasó a un tipo único de ayuda, manteniéndose la diferencia entre los forrajes deshidratados y los secados al sol. En caso de que el conjunto de la producción sobrepase la CMG hasta un 5 %, el tipo de la ayuda se reducirá. Por encima de este 5 % se procederá a otras reducciones en los países afectados.
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