Un 30% de los alimentos etiquetados como Made in France, que se venden en mercados o ferias de Francia, tienen algún tipo de incumplimiento fraudulento. Así lo ha puesto de manifiesto una investigación llevada a cabo en 2020 por Dirección General para la Represión del Fraude (DGCCRF, Ministerio francés de Economía) y cuyo informe se acaba de publicar. En otros puntos de venta al por menor, los incumplimientos fueron algo menores (un 25%). También fueron más bajos en la etapa de producción (16%) y en la etapa mayorista (5%).
La Investigación se llevó a cabo en 826 puntos de control en 452 establecimientos visitados, que dio lugar a 140 seguimientos. La mayor parte de los casos se han resuelto con advertencias, si bien se han elaborado 20 expedientes penales por engaño y prácticas comerciales engañosas.
La investigación también sacó interesantes conclusiones:
- La etapa de producción es una fuente importante de afrancesamiento, especialmente en frutas y verduras o setas y cuando la empresa es productora y comercializadora al mismo tiempo.
- En la etapa de venta al por mayor, algunos productos se prestan menos que otros al fraude, fundamentalmente aquéllos que tienen una vida útil muy corta y con características como fragilidad del producto, marketing en torno al embalaje, etc., que dejan menos margen para que los operadores manipulen y modifiquen los embalajes libremente.
- En el sector de la miel, los fraudes se suelen producir entre productores que comercializan tanto producción doméstica como importada, afrancesando ésta última.
Casos de fraude en miel
La DGCCRF destaca dos casos de fraude en miel. Uno, en el que un apicultor importaba miel de Bulgaria y la vendía como francesa, junto con la de sus propias colmenas. Los investigadores compararon los volúmenes de producción con el número de apiarios declarados por el operador, se revisaron los cuadernos de cosecha y las facturas. Al mismo tiempo, se realizaron análisis de miel en el laboratorio. Todas estas investigaciones sacaron entonces a la luz inconsistencias, la incompatibilidad del volumen de producción con el número de colmenares, la inexistencia de trazabilidad y la presencia de polen de especies florales de Europa del Este en las mieles analizadas.
El otro caso, es el de un operador Moselle, que en el pasado tenía una decena de colmenas. Su modus operandi consistía en comprar miel a un mayorista, envasarla en su taller y luego revenderla en mercados y tiendas locales, alegando que provenía de su finca.
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