El Departamento de Agricultura ha confirmado la alta efectividad de la campaña de tratamientos aéreos contra la procesionaria del pino realizada en otoño de 2023. Según la evaluación de especialistas externos, la tasa de mortalidad de las orugas en las zonas tratadas supera el 80 %, con una reducción significativa del número de bolsones respecto a las áreas no tratadas.
Los tratamientos se han realizado con dosis reducidas de producto, apenas 3 litros por hectárea, empleando Bacillus thuringiensis Kurstaki, un agente biológico compatible con la agricultura ecológica. Este producto no está clasificado como tóxico ni peligroso para el medio ambiente ni para los organismos acuáticos y, además, tiene una persistencia inferior a tres semanas.
Un control clave para frenar la expansión de la plaga
El tratamiento aéreo se considera el método más eficaz para el control de la procesionaria en masas forestales, siempre que se realice en otoño, cuando las orugas están en sus primeros estadios de desarrollo. A nivel local, se pueden aplicar otras técnicas de control, pero siempre utilizando productos y métodos autorizados.
Durante la campaña de control de este año, los tratamientos han cubierto 17.500 hectáreas, principalmente en el Prepirineo y los Pirineos. No obstante, también se ha intervenido en áreas más bajas como el Garraf y el Baix Penedès, donde se ha detectado un incremento de la plaga en los últimos años.
Entre 2014 y 2017, debido a otoños e inviernos más cálidos de lo habitual y a una reducción en la superficie tratada, la población de procesionaria creció de forma extraordinaria, generando cierta alarma social. A partir de 2018, se ha observado una tendencia general a la baja en los niveles de infestación, especialmente en las áreas con mayor afectación.
Seguimiento de la plaga y evolución de la superficie afectada
Cada invierno, en colaboración con el Cuerpo de Agentes Rurales del Departamento de Interior y Seguridad Pública, se realiza una cartografía de las zonas afectadas, clasificadas por grados de infestación. Durante el invierno 2023-2024, la superficie total afectada alcanzó 95.000 hectáreas, de las cuales 14.500 hectáreas presentaban niveles de infestación altos, catalogados en los grados 3, 4 y 5.
La aplicación constante de tratamientos ha ayudado a reducir la gravedad de la plaga, aunque las previsiones a largo plazo no son favorables debido al impacto del cambio climático. El incremento de las temperaturas está provocando un desplazamiento de la procesionaria hacia altitudes más elevadas y está alterando los patrones tradicionales de infestación.
Además del desplazamiento altitudinal, se han observado cambios significativos en la dinámica de la plaga, como la ausencia de control natural en determinadas áreas, lo que provoca afectaciones graves durante años consecutivos. También se ha detectado un agravamiento del impacto en los pinos afectados debido a la combinación de distintos agentes que debilitan los árboles, así como la presencia simultánea de orugas en diferentes fases larvarias dentro de una misma zona.
Un equilibrio necesario para los ecosistemas y la economía rural
El objetivo de estos tratamientos no es erradicar la procesionaria, sino mantener un equilibrio natural en los pinares. Esta plaga no solo supone un riesgo para la salud humana, causando urticarias y reacciones alérgicas, sino que también genera perjuicios en sectores como el turismo rural, la ganadería y la explotación forestal.
El uso de Bacillus thuringiensis Kurstaki permite una intervención eficaz y respetuosa con el medio ambiente. Su impacto en los ecosistemas es mínimo, ya que se degrada en menos de tres semanas y no representa un riesgo para otras especies. Los estudios de seguimiento confirman que su aplicación sigue siendo altamente efectiva, permitiendo un control sostenido de la plaga sin generar efectos negativos significativos.
El mantenimiento de estos tratamientos de control es clave para evitar que la procesionaria siga expandiéndose y provocando daños severos en los bosques. Aunque las condiciones climáticas actuales no favorecen la erradicación de la plaga, la continuidad en la aplicación de estas medidas ayuda a reducir su impacto y a preservar la salud de los ecosistemas forestales.
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